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Babilonia. Una vez caminé, sobrecogida, por la Avenida de las Procesiones, que conducía a los visitantes amedrentados hasta la Puerta de Ishtar, sede del poderío de Nabucodonosor. Los célebres jardines colgantes engalanaban la Puerta, hecha de ladrillos policromados en azul lapislázuli con figuras mitológicas en tonos dorados. Al atravesarla, el visitante daba con el torreón altísimo de la “Torre de Babel” (de Babil o Babilonia), elevada a mitología. La arquitectura representativa de las sedes del poder suele estar pensada para intimidar al visitante, pero casi nada queda de esta maravilla del mundo antiguo. La armazón de ladrillos de la entrada a la urbe, hoy desnuda, permanece en Iraq, mientras que la superficie policromada que le arrancaron se custodia en el Museo de Berlín. Ruinas saqueadas; poderío disuelto en polvo.
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