Confieso que estoy preocupado por las profecías de un medio colega mío, un profeta oncólogo del patio. Digo medio colega porque soy oncólogo, pero no profeta. Dios no me habla todos los días en el baño como lo hace con este oncólogo, y no me da información de las catástrofes que ocurrirán en Puerto Rico, ya que, según él, “Dios tiene mucha ira con la corrupción” y otros vicios puertorriqueños.
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