


Hace unos días recibí el crédito en mi factura de luz, en mi hogar en Virginia del Norte, producto del pago de los ingresos de nuestra cooperativa de distribución de energía eléctrica. No fue una sorpresa; ocurre cada año. Como socio-consumidor, participo de los excedentes de una entidad sin fines de lucro que existe para servir, no para extraer ganancias. Ese pequeño crédito es, en realidad, un gran recordatorio: cuando la energía se gestiona con sentido de pertenencia, transparencia y capacidad técnica, el sistema funciona.

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