

No recuerdo cuándo vi por primera vez a alguien leyendo. El hecho no deja de sorprender porque mi padre y hermano mayor eran lectores. De mis primeros años quedan los recuerdos del patio de la casa y el de la escuela, la calle curva en la que vivía, la farmacia y la panadería cercanas, pero no hallo en mi mente algo más que el recuerdo vago de la edición de domingo de lo que debió ser el periódico El Mundo con sus secciones de pliegos grandes y una separata a colores que tenía muchas tirillas de muñequitos que todavía no sabía leer. Los libros aparecen en mi memoria con más años y en otra casa.
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