

Una expedición, porque sería una verdadera aventura a un territorio del horror, por las ondas de las cadenas de emisoras de radio del país, junto a un periodo de observación en las televisoras y la lectura de ciertos medios de prensa y, especialmente, de ciertos políticos transformados en columnistas en la prensa escrita e “influencers” en las redes sociales, es algo que se lleva a cabo haciéndose cargo, debería precisar que irresponsablemente, de un riesgo personal. Nadie que escuchara, viera y leyera la mayor parte de estos ofrecimientos, y cuyo paladar no hubiera sido degradado por décadas de programa tras programa, publicación tras publicación, de estas alocuciones en que se reduce la variedad de conflictos del país a un esperpento en que un popular y un penepé se burlan o se pelean entre sí, y solo se unen para desacreditar o difamar a los que no comparten sus opiniones (y privilegios), sale indemne de la experiencia.
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