Nos hacemos más reales en el recuerdo, en la memoria. Y quizás alcancemos el amor, si hubo afecto. Es la paradoja del tiempo. Despedir un duelo quizás sea darle la bienvenida a una imposible cercanía, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
Nos hacemos más reales en el recuerdo, en la memoria. Y quizás alcancemos el amor, si hubo afecto. Es la paradoja del tiempo. Despedir un duelo quizás sea darle la bienvenida a una imposible cercanía, escribe Edgardo Rodríguez Juliá
La diferencia de siete años imposibilitó que nos conociéramos mejor; también fue factor nuestras profesiones: Chiqui, José Samuel Rodríguez Juliá, era contratista especializado en hormigón prefabricado, yo le he dedicado toda mi vida a esa ambición siempre esquiva, es decir, la construcción de oraciones significativas para la emoción y el pensamiento. Siendo niños nos fotografiamos con sendos uniformes, él con uno de soldado de infantería, sobre un sofá, en Juncos -eran los años de la Segunda Guerra Mundial-, y yo con uniforme de pelotero, en una galería de Aguas Buenas, a principios de los años cincuenta, cuando ya también había comenzado la época del béisbol romántico.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: