

La diferencia de siete años imposibilitó que nos conociéramos mejor; también fue factor nuestras profesiones: Chiqui, José Samuel Rodríguez Juliá, era contratista especializado en hormigón prefabricado, yo le he dedicado toda mi vida a esa ambición siempre esquiva, es decir, la construcción de oraciones significativas para la emoción y el pensamiento. Siendo niños nos fotografiamos con sendos uniformes, él con uno de soldado de infantería, sobre un sofá, en Juncos -eran los años de la Segunda Guerra Mundial-, y yo con uniforme de pelotero, en una galería de Aguas Buenas, a principios de los años cincuenta, cuando ya también había comenzado la época del béisbol romántico.
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