

Ya se va. Casi cumple su función destructora y homicida. Se lleva consigo a mucha gente querida. Deja humo de destrucción y desolación. Deja temblores en la memoria y en los hechos. Deja escándalos políticos. Luchas estériles de poder. Nuevas fuerzas políticas emergentes que lo combatieron desde que nació, presagiando que era de mala estirpe. Deja el augurio de una lucha cruenta entre la afirmación de la nacionalidad puertorriqueña y su destrucción enajenante. Deja empleados fantasmas y líderes corruptos que aún cantan sin vocación, para salvar su pellejo. Es la lucha del bien y el mal, del ying y el yang.
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