Recibo hoy un correo muy cariñoso en el cual una atenta lectora me indica lo siguiente: “El juego infantil A la limón al que hace referencia hoy […] es Al alimón. Lo aprendí recientemente en RAE”. A mi querida lectora, gracias. Ahora bien, recordemos que la lengua no es estática, y los juegos infantiles no son la excepción. El caso de “A la limón” es un buen ejemplo. Mire lo que dice Vélez Adorno: “Al ánimo es una canción castellana que en nuestro suelo se convirtió en A la limón”. Así la recoge también Álvarez Nazario. Este juego es (¿o era?) común en toda Hispanoamérica. En Cuba, dice Vélez, es “Al animó”, en Chile “Alé limón”, en Perú “El sol y la luna”, y en México “Pasen, pasen caballeros”. Federico Corriente, por su parte, asegura que nuestro “A la limón” es un arabismo (ese Al- inicial parece delatar su origen)”. Añade Corriente: “A la lima, al alimón, que te vas a quedar soltera. ¿Qué hace ahí una lima, fruta o herramienta? ¿Qué es el alimón, del que los diccionarios nos dicen que es hacer algo entre dos personas, en particular, torear? Nuestros académicos, incluso algunos arabistas que lo han sido, aunque nunca simultáneamente lingüistas, no han podido jamás desentrañar tales misterios, por mala suerte o por falta de convivencia con los niveles bajos de las cocinas de la cultura islámica. Se trata sencillamente de la fórmula, en árabe clásico […], de los pregoneros andalusíes […]: alaa ‘alima l‘aalimuun “ea, sepan cuantos han de saber…”. Brindemos pues por la diversidad y la variación dialectal con una refrescante… ¿limonada?
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