

En términos generales no se nos educa ya para ser buenos ciudadanos “en el mejor sentido de la palabra bueno”. Dedicamos mucho tiempo a perderlo, a no aprender, a no internalizar ---introyectar para decirlo más puntualmente--- ni a practicar el placer y la vocación de servir al prójimo, a la comunidad y a la patria. Un obsceno individualismo que es profundamente corrosivo impera sobre la conducta y está tan arraigado en las formas de ser y de hacer, que degenera el alma y la fibra cívica. Dejémonos de chiquitas. Hay tristemente demasiados sujetos que se parecen mucho más a Pedro Navaja, el personaje de la inolvidable canción de los años ochenta del siglo pasado de Rubén Blades, que quienes a veces siendo minorías de hasta uno, están dispuestos a empeñar su vida en mejorar al país y al mundo.
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