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La crisis de impresentabilidad de la Administración va mucho más allá de la inmadurez, prepotencia, inexperiencia o el desconocimiento que exhibe junto a una incontrolable vulgaridad el gobernador y su gabinete íntimo. Va mucho más allá de las disculpas apagafuegos con pretensión de efecto futuro. Supera igualmente, al examen de conciencia que el gobernador hace de cara a sus ofensas —y a que lo cogieron—La crisis requeriría también un acto de contrición, libre de excusas baladíes, subreclamos de privacidad, o justificatorios a causa de fatiga o estrés. Aun así, es igualmente impresentable la Administración.
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