Najema Ali Hernández
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Crisis de servicios de salud en Puerto Rico: los que nos quedamos

Desde hace ya un tiempo se ha estado discutiendo y conversando sobre el éxodo de profesionales de la salud, la crisis de salud que existe actualmente en Puerto Rico; y lo más reciente ha sido publicar las experiencias de profesionales preparados y con años de experiencia que decidieron irse. Para ser honesta, las razones para irse sobran.

Lamentablemente, debo reconocer que, aunque nuestra isla es abundante en belleza paradisiaca, con personas agradables y de buen corazón, existen actualmente demasiados problemas y retos en todos los aspectos: sociales, económicos y educativos. Basta con el paso de algún evento atmosférico para volver a recordarnos y poner de manifiesto que no contamos con tan siquiera unos servicios básicos para una vida de calidad. Así que las razones para que la gente y los profesionales se vayan son extensas: servicios básicos paupérrimos, educación deficiente, costos de vida exorbitantes, etc, etc.

Éxodo de médicos.
Para ser honesta, las razones para irse sobran, escribe Najema Ali Hernández.

Entonces me pregunto: ¿qué hago yo aquí? ¿Cómo es posible que todavía, con todos los años que llevo en esto, sigo pasando por lo mismo y sin esperanza de que esto mejore? ¿Hasta cuándo puedo aguantar trabajar con unos costos operacionales altísimos y una paga sin aumento de parte de las aseguradoras, sin propuestas de calidad de parte del gobierno que demuestren que existe una disposición a que las condiciones de trabajo mejoren?

Escucho tantas historias y analizo mi situación personal. Claramente puedo identificar algunos de los mayores retos que tiene actualmente nuestra profesión. Estos retos son: los planes médicos con sus bajas tarifas y trato parcial e injusto; costos altísimos en servicios esenciales necesarios para operar cualquier negocio o práctica; disminución dramática en recursos humanos y me refiero a la disponibilidad de asistentes dentales y otro personal de apoyo.

Lo peor es que han sido varios años que nos han pasado factura: primero, hace cinco años el huracán María fue devastador para muchas oficinas, pues hubo meses sin servicios de energía eléctrica, agua, etc. Luego la pandemia del COVID-19 trastocó las operaciones de las prácticas dentales, limitando el número de pacientes. Estuvimos varios meses cerrados y al reabrir nos hemos encontrado con muchas necesidades y pocos recursos humanos. Todos estos factores han impedido que “saquemos los pies del plato”, por decirlo así, y lleguemos a la normalidad, sino que venimos operando en déficit. Yo quisiera que, cuando llamaran a mi oficina, poder decirles que tengo cita para la próxima semana; que se pudieran contestar todas las llamadas en el momento, sin utilizar sistemas de mensajería, pero es imposible. Somos pocos, con personal limitado, y somos humanos, no somos infalibles. También nos enfermamos y no estamos exentos de situaciones personales y del agotamiento físico.

Entonces hagamos el ejercicio y la pregunta: ¿Cómo vamos a mejorar las circunstancias? Las razones del problema las sabemos, ¿cuáles son las propuestas para atender la crisis? ¿Seguiremos permitiendo que las compañías aseguradoras, que gastan millones en promociones, les paguen el “grooming” a las mascotas, servicios de fumigación y baterías de los carros y no pueden mejorar las tarifas a los profesionales de la salud?! A la larga, se siguen afectando los pacientes que necesitan recibir servicios de calidad. Lamentablemente siento que el gobierno está enajenado de todos estos problemas. Los gobernantes viven en un universo paralelo, no sienten ni padecen, pero los que estamos en el campo de salud y los pacientes vemos la crisis de frente.

Recuerdo siempre las palabras de uno de mis profesores y ahora colega: “Los sistemas, si no cambian, están destinados a morir”. En definitiva, el sistema actual de salud está agonizando. Tenemos que hacer algo ya.

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