

En un mundo donde el arte de enseñar se ha transformado en un ejercicio técnico y distante, resulta extraño encontrarse a profesores que, con su sola presencia, dejen una huella indeleble en sus alumnos. Tal fue mi fortuna cuando coincidí con una persona cuya dedicación, humanidad y profesionalismo no solo han forjado mi formación académica, sino que también moldearon los principios y valores más nobles. Por ello, hoy valoro y agradezco la labor poco reconocida, pero trascendentalmente influyente, de una catedrática y doctora en Derecho.
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