Los agricultores venezolanos operan sin agua potable, sin suministro eléctrico, sin gasolina, sin gasoil o diésel, sin insumos básicos y sin semillas, pero tampoco sin seguridad física y patrimonial alguna, de acuerdo con Miguel Henrique Otero
Los agricultores venezolanos operan sin agua potable, sin suministro eléctrico, sin gasolina, sin gasoil o diésel, sin insumos básicos y sin semillas, pero tampoco sin seguridad física y patrimonial alguna, de acuerdo con Miguel Henrique Otero
Cada vez que un consumidor venezolano, con sus bolsillos siempre al borde del colapso, logra adquirir algún producto de origen vegetal, cultivado y cosechado en territorio venezolano, se produce un doble milagro: el primero, que consiste en que el comprador disponga del dinero necesario para adquirir los alimentos más básicos, en una economía devastada por la destrucción del aparato productivo y la inflación; el segundo, que es el asunto del que me ocupo en esta columna, el milagro de producir alimentos de origen vegetal o pecuario, que finalmente llegan hasta los mercados o a los mesones de comercios y automercados, después de sortear un sinnúmero de dificultades.
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