

Un profesor de política fiscal me solía advertir con sabiduría y cautela: “Ten cuidado con los beneficios contributivos. Son extremadamente fáciles de conceder, pero casi imposibles de eliminar”. Dicho consejo encierra una verdad fundamental del sistema tributario moderno. Los incentivos fiscales, una vez otorgados, crean expectativas permanentes, estructuras de negocios adaptadas a su existencia y poderosos grupos de interés dispuestos a defenderlos con todo su poder político. Lo que en un principio puede parecer una medida ágil y temporera para fomentar la inversión o estimular ciertos sectores temporeramente, rápidamente se puede convertir en un elemento rígido y políticamente intocable del sistema contributivo.
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