¿Café en mano? Pues al grano, y no al de la cara. Los prefijos son pedacitos que le pegamos al frente a una palabra para derivar otra. Por ejemplo el prefijo des-, como en desconfiar. Todos felices. Este prefijo des-pertenece a la “categoría” de negación, es latino y muy productivo en español. El asunto es que decir que des- SIEMPRE significa negación no es del todo correcto. Mire, des- puede significar sentido contrario, como en desleal; exceso o fuera de, como en desbordar; algo inoportuno como en destiempo; romper como en destrozar, y así. La cosa se complica cuando nos encontramos con palabras con des- que NO TIENEN su contrario, como es despertar y destituir donde pertar e tituir no son palabras del español. Las anteriores, nos dice Schnitzler, son, como muchas otras, heredadas del latín ya prefijadas (e incluso de otras lenguas). En fin, que des- no siempre es opuesto como en despecho, que no niega pecho alguno. ¿Desfallecer? Nada que ver con resucitar. Esa es desmayarse, o como dice Corominas, “perder resistencia”. Incluso, también se entendió como faltar, y el que falta es el que fallece. Pero ya no más. Ahora desfallecemos sin fallecer. O como el señor que se estaba ahogando y pedía ayuda:
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EL PREFIJO DE ¿ULTRATUMBA?
Aida Vergne habla de los prefijos.
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