

Cada día parece normalizarse un clima de indiferencia ante la injusticia. Vemos políticas incorrectas, abusos de poder y decisiones que socavan la democracia sin que la ciudadanía reaccione con la fuerza necesaria. Esta indiferencia no es un fenómeno aislado. Es el caldo de cultivo perfecto para que prospere lo que muchos llaman fascismo. ¿Y por qué emplear ese término? Porque el fascismo no se manifiesta únicamente en uniformes y dictaduras del pasado, sino en la concentración del poder en una élite, el silenciamiento de voces críticas, la manipulación del miedo y la división de la sociedad para dominarla.
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