

Un pilar fundamental del orden democrático es evitar la concentración indebida del poder público. De ahí se deriva el principio de separación de poderes. Esta acumulación de poderes puede ser muy conveniente para tomar decisiones expeditas sin mucha burocracia. Es tentación eterna de gobernantes a quienes les urgen resultados rápidos. Sin embargo, es también utilizada para esconder fines autócratas, déspotas o antidemocráticos. Es decir, se desconfía de la deliberación pública, optando por actuar en la opacidad máxima e incrementando con ello la posibilidad de decisiones erróneas.
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