

Ese día yo había ido a presidir un juicio contra el chofer de una ambulancia que durante una emergencia había chocado contra un carro que cruzaba una intersección y su conductor murió. Al finalizar los procedimientos del día, pasé por la oficina del juez administrador a saludarlo y, ante la evidente necesidad de un juez para atender algunos casos de menores que aún quedaban en el calendario del día, me ofrecí a ayudar. De ese día, después de tantos años, solamente recuerdo un caso: el de un niño de diez años que entró a la residencia de un vecino y se llevó una alcancía que este guardaba llena de monedas. El vecino lo denunció.
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