Ya es hora de que en este país dejemos de deshojar margaritas y tomemos decisiones basadas en hechos, en realidades y que se tenga la voluntad de cambiar lo que sea necesario, escribe Milagros S. Rivera Watterson
Ya es hora de que en este país dejemos de deshojar margaritas y tomemos decisiones basadas en hechos, en realidades y que se tenga la voluntad de cambiar lo que sea necesario, escribe Milagros S. Rivera Watterson
Todo está tan difícil en este país que a veces me da la impresión de que me paso, casi literalmente, deshojando margaritas. Me refiero a ese juego que antes, en mi adolescencia, hacíamos con una flor que era muy común en nuestros jardines llamada margarita, y el cual consistía en tomar la flor en nuestras manos y comenzar a quitarle sus pétalos diciendo sí a la primera deshojada y no a la siguiente, sucesivamente. Lo hacíamos en búsqueda de la respuesta de si ese ser a quien amábamos nos correspondía. Si al finalizar el deshojar de la flor estábamos en un no, nuestra desilusión era inmensa porque significaba que no éramos correspondidos, pero si la respuesta era sí, podíamos bailar en un pie de la contentura. La similitud de esa acción con los tiempos actuales es que muchas veces como pueblo nos sentimos en la misma incertidumbre.
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