

No hay mejor momento en la vida de un médico que cuando cura a un paciente. Ese paciente lo reconoce, ese paciente te lo agradece. En reverso, no hay peor momento en la vida de un galeno que cuando recibe una reclamación médico-legal de un paciente ya sea por vía extrajudicial o judicial. La angustia se apodera de la vida del médico. El dolor persiste, la cronicidad de los eventos lo acrecienta, y el desenlace final muchas veces se desvanece en una demanda frívola. Pero el daño, el costo, el tiempo, la angustia persisten, muchas veces por toda una vida.
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