

Nos recuerda el Eclesiastés 3 que “Hay un tiempo para nacer, / y otro para morir; / un tiempo para plantar, / y un tiempo para cosechar; / [...] un tiempo para llorar, / y un tiempo para reír; / un tiempo para abrazarse, / y un tiempo de abstenerse de abrazar...”. Y un tiempo para abstenerse de abrazar: la pandemia del COVID-19 nos ha condenado a ese tiempo insólitamente amargo. Los puertorriqueños, habituados al abrazo, como todo pueblo latinoamericano, llevamos mal el no poder estrechar contra el corazón al prójimo. Tanto Luis Rafael Sánchez (El Nuevo Día, 5-I-2021) como Cezanne Cardona (El Nuevo Día, 2-I-2021) exploran esta siniestra veda de abrazos. Incluso antes de la pandemia, también yo celebré nuestro abrazo, heraldo de nuestra identidad nacional que representa nuestra manera de relacionarnos con el mundo (El Nuevo Día, 27-XII-2020). Todo esto lo ha puesto en jaque el microscópico coronavirus que nos ha cambiado la vida a todos.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: