La cultura boricua en la Florida
Gran parte de la diáspora puertorriqueña en la Florida conserva estrechos vínculos culturales con la Isla, especialmente mediante sus prácticas lingüísticas, musicales, religiosas y culinarias.
Los boricuas han contribuido a la rápida expansión y diversidad del español hablado en la Florida. En 2014, el 71.1% de los puertorriqueños residentes en ese estado hablaba español en casa, comparado con el 62.9% en Nueva York y el 61.2% en todo Estados Unidos.
Los inmigrantes boricuas y sus descendientes tienden a mantener los rasgos distintivos de la pronunciación del español insular, como la sustitución de los sonidos de la ere y la ele, el uso común de la erre velar o la aspiración de la ese final de una sílaba o palabra. Algunos elementos típicos del vocabulario puertorriqueño se preservan en la Florida, incluyendo términos coloquiales como bregar, candungo, chavo, mahón, monga y zafacón.
Las tradiciones musicales populares también han acompañado a los boricuas a la Florida. Canciones patrióticas y nostálgicas como En mi Viejo San Juan, Lamento borincano, Preciosa o Verde luz adquieren aún mayor relieve para muchos boricuas en la diáspora. Durante el Desfile y Festival Puertorriqueño en Orlando, los participantes celebran sus lazos musicales con la Isla bailando plena, bomba, salsa, merengue, hip-hop y reggaetón.
La creciente presencia boricua ha transformado el paisaje religioso de la Florida Central, impactando tanto a iglesias católicas como protestantes. Algunas parroquias católicas de Orlando han adoptado misas en español e incorporado el folclor puertorriqueño en sus rituales. Muchos boricuas en la diáspora reproducen costumbres derivadas de la religiosidad popular católica, como erigir altares domésticos con imágenes de la Virgen María y los santos católicos, encenderles velas y hacerles ofrendas y promesas e invocar frecuentemente a la Virgen en la conversación casual.
Numerosas congregaciones evangélicas en el área de Orlando actualmente ofrecen servicios religiosos en español, incluyendo lecturas bíblicas, predicaciones y cánticos. Varias iglesias locales también auspician programas sociales en español, como Alcohólicos Anónimos, centros de apoyo para familias en crisis y víctimas de cáncer, Niños Escuchas y grupos de jóvenes. Como en otras comunidades boricuas en Estados Unidos, instituciones religiosas de diferentes denominaciones han facilitado que los migrantes reafirmen sus identidades culturales, mientras se adaptan a su nuevo entorno.
Un símbolo común de puertorriqueñidad es consumir platos tradicionales como asopao, lechón asao, pasteles, arroz con gandules, mofongo, tostones y tembleque. Este fuerte apego a la comida criolla ha creado una creciente demanda de alimentos, bebidas e ingredientes de cocina al estilo puertorriqueño, incluyendo café, ron, malta, pan, queso, adobo, sofrito, arroz, habichuelas y plátanos. Como en Nueva York y otras comunidades de la diáspora, numerosos colmados, supermercados, restaurantes y cafeterías atienden los gustos gastronómicos de los boricuas en la Florida.
Finalmente, la cantidad y variedad de actividades culturales patrocinadas por organizaciones comunitarias puertorriqueñas se han multiplicado en toda la Florida. Los boricuas continúan organizando festivales en honor de sus santos patronos, como San Juan Bautista, y otras fechas tradicionales en Orlando, Tampa, Ft. Lauderdale, Miami, Jacksonville y otras ciudades. La celebración de las fiestas de Navidad, especialmente el Día de Reyes, es un símbolo clave de la identidad puertorriqueña en la Isla y en la diáspora.
Fundado en 1991, el Desfile y Festival Puertorriqueño en Orlando se caracteriza por el constante despliegue de la bandera monoestrellada, el himno nacional, actuaciones musicales, bailes folclóricos, muestras de artesanías y por supuesto alimentos y bebidas puertorriqueñas. Más recientemente, las Fiestas de la Calle San Sebastián en Miami y Orlando han atraído a multitudes de boricuas.
Tales acontecimientos promueven el conocimiento público del rico y variado legado cultural de la Isla, así como proporcionan un espacio para que miembros de la comunidad emigrada se reúnan periódicamente y reclamen orgullosamente: “Yo soy boricua, pa’ que tú lo sepas”.
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