


La inmensa mayoría prefiere vivir el momento y estacionarse en el ya y en el ahora, pero es de sabios ocasionalmente mirar al pasado a ver si es verdad que hemos progresado. Cuentan aquellos que lo vivieron en las haciendas de antaño, el día de las elecciones, el mayoral tenía a su cargo una fiesta en la que emborrachar y acuartelar a los jíbaros para que no fueran a votar; que el hacendado tenía por costumbre cortar un billete de $5 en dos, para entregar la otra mitad después de asegurarse que su ‘arrimado’ regresaba del colegio de votación con la evidencia de haber votado por el partido de su jefe.

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