

En este momento en Puerto Rico existe un mundo que nadie ve, nadie escucha y muy pocos conocen. Lo que ocurre detrás de las puertas de cada cárcel del sistema de Corrección y Rehabilitación es un misterio. Desde lo que comen hasta el tratamiento de un positivo al virus del COVID-19, hay una gama de situaciones del diario vivir que nadie sabe y lo peor es que nadie rinde cuentas. Ningún gobernador(a) habla de la población correccional. La realidad es que para tener como propósito y mandato constitucional la rehabilitación, es muy poco o nada lo que se hace para que esos seres humanos se sientan como tales.
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