
Opinión
Explica ideas y extrae conclusiones basadas en la interpretación de hechos y datos.
En realidad, su sonrisa no ha sido eterna. Si por “eterno” entendemos estrictamente aquello que no tiene ni principio ni fin, pues no. Decían los que lo conocieron de cerca en Buenos Aires que circulaba un chiste irónico sobre la sonrisa de Bergoglio. Un rostro más bien adusto parece acompañaba la entrega denodada de Monseñor Jorge Mario como pastor arquidiocesano. Casi un misterio de la fe, decían en tono de chanza, era descubrir aquella sonrisa que luego, milagrosamente, iluminó a la urbe y al orbe.
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