


El gobierno federal lleva 31 días cerrado, lo que vuelve a poner en evidencia algo más profundo que una simple pelea en el Congreso por el presupuesto. Cada vez que Washington D.C. se paraliza, millones de personas sufren, la confianza pública se erosiona y la democracia se debilita un poco más. Puerto Rico, adicto a los fondos federales y a un gobierno local todavía bajo estricta supervisión fiscal, siente esas sacudidas con una intensidad particular. La incertidumbre aumenta porque el dinero para la tarjeta del PAN y otros programas se acaban pronto.

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