

Los tambores suenan. Los tambores que anuncian tragedias: sordos, monótonos, antiguos. Tambores de guerra. Tambores de esos que preceden el estruendo. Golpes rítmicos que nadie escucha a tiempo, porque su sonido se confunde con el ruido del mercado, las redes sociales o el noticiario que los repite todo como quien recita el clima. Pero suenan. Y cada día, su redoble se vuelve más difícil de ignorar. Son los mismos, tambores, ominosos y monótonos. Golpes sordos que anuncian que algo terrible se acerca, aunque la mayoría finja no escucharlos.
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