En el actuar de algunos individuos la violencia no tiene límites. Es incomprensible que algunos puedan idear y ejecutar actos horripilantes de tortura, asesinatos, violaciones, descuartizamientos. Podemos analizar la violencia, suponer sus causas, proponer medidas para reducirla, pero muy adentro de uno se queda, rumiando en el alma, ese rechazo a aceptar que alguien pudo cometer contra otro u otra un acto tan deshumano. En 16 años de trabajar con las familias que sobreviven a los asesinados, observamos un recrudecimiento de esa violencia directa, que repercute por años sobre los seres queridos del fallecido.
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