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Tengo amigos que alguna vez me han preguntado que si “eso de ser juez” me resultaba difícil. Y no sé por qué me lo preguntan, pues nada más usted asomarse a un salón de sesiones advertirá que la única persona con expresión de tranquilidad es la que lleva la toga puesta. Excluyendo al personal de apoyo del tribunal, los de dentro de la barandilla son los encargados de hablar; el juez, la mayor parte del tiempo, simplemente oye. O, al menos eso es lo que parece ¿no?
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