No señor. Que son picoTero, picoTera. ¿En serio? Nahhhh... No pue’ ser. Lo siento pero sí, mas no aquí. ¿Qué pasó entonces? Estamos ante un proceso fonético que viene ocurriendo desde que los relojes de pulsera eran de arena. ¿No se acuerda? No importa. En concreto, el proceso se conoce como metátesis, y desata un movimiento “telúrico” dentro de la palabra, específicamente entre los sonidos (fonemas). Tomemos a PI-CO-RE-TA. Si le practicamos un MRI, verá que los segmentos [t] y [r] intercambiaron de posición, como el juego de las sillitas. ¿Se acuerda? Such is language. Picotero(a), dice el diccionario, es: “(De picotear, hablar). Que habla mucho y sin substancia ni razón, o dice lo que debía callar”. Picoreta no figura en el gordo de Petete, pero existe y acá es un término afectivo para los niños que hablan hasta por los codos. Duerma tranquilo: la metátesis no es error, ni una enfermedad; ocurre en todas las lenguas del mundo. Y en español tenemos un caso histórico muy conocido: de miraglo a milagro. La [l] y la [r] intercambiaron lugares. Ya sabe... los milagros son producto de la metátesis (y que me perdone Dios). Igual estómago y estógamo, denme y demen, y muchas otras. ¿Por qué ocurre? La razón elegante es para producir armonía o por eufonía. La otra, pues, picando aquí y allá, concluyo que… por lo picoretos que somos.
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