

Cada día es más complicado reclutar personal competente para puestos claves en el gobierno. Hay un sinnúmero de razones para ello: un profesional de primer orden que tenga verdadera vocación de servicio público debe lidiar con el escrutinio constante de la prensa y el pueblo; la compensación es muchas veces menor a lo que se obtiene en el sector privado; y la enorme burocracia de los atornillados funciona como un detente a cualquier iniciativa novedosa. También quienes seleccionan suelen preferir al allegado incompetente que al desconocido bien preparado.
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