

En Los Ángeles, California, lo impensable ya es una realidad. Se han movilizado tropas de la Guardia Nacional e incluso infantes de marina, no para defender al país de una guerra o un desastre, sino para perseguir inmigrantes y los que protestan ante el abuso. Hombres, mujeres y niños están siendo arrancados de sus hogares, trabajos y escuelas bajo el pretexto de “restablecer el orden.” Esto no sólo es un fracaso de política pública. Se trata de un colapso moral. Es, simplemente, uno de los actos más inhumanos y despreciables contra los inmigrantes en la historia reciente de Estados Unidos. Y se está llevando a cabo sin justificación alguna, más allá de la crueldad de un poder fuera de control.
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