

Una de las experiencias más sensibles como servidor público me la brindó el fenecido alcalde Miguel Hernández como administrador CETA (Comprehensive Employmen & Training Act) en la ciudad de Caguas, durante el cuatrienio 1977-80. Transcurridas cuatro décadas, aún se acercan personas para agradecer “su primer empleo”. Aquel programa federal promovió lo mejor y lo peor: ofreció adiestramiento a jóvenes que despegaron a carrera productiva y nuevas destrezas para el desempleado reingresar al mundo laboral; pero en el proceso, alimentó fondos federales al favoritismo político en el servicio público.
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