

El alzhéimer no solo desafía la memoria; también transforma el bienestar emocional y la vida cotidiana de quienes lo enfrentan, tanto pacientes como familiares y seres queridos. Esta enfermedad neurodegenerativa y progresiva afecta millones de vidas en todo el mundo. Sin embargo, detrás de cada diagnóstico, puede surgir una historia de resiliencia, amor y conexión. Cuando construimos redes de apoyo sólidas y humanas, el cuidado se convierte en un acto de esperanza y la compañía en una forma poderosa de sanar.
Cuando un ser querido comienza a olvidar nombres, a perderse en su propio hogar o a no reconocer a quienes más ama, la familia entra en un proceso de duelo anticipado. Se llora a alguien que aún está presente. Esta realidad, aunque dolorosa, no tiene por qué vivirse en soledad.
Una red de apoyo efectiva mejora la calidad de vida del paciente y sostiene emocional, física y mentalmente a los cuidadores. Un buen sistema de soporte puede incluir a familiares, vecinos, profesionales de la salud, grupos comunitarios, organizaciones sin fines de lucro e, incluso, la fe y la espiritualidad como fuentes de sosiego.
¿Cómo construir esa red? Aquí encontrarás algunas claves que puedes discutir con tu familia:
1. Actúen lo antes posible. No esperen a que el desgaste sea extremo. Desde el diagnóstico, es vital informarse sobre la enfermedad, anticipar sus fases y preparar un plan de acción. Cuidar a una persona con alzhéimer requiere el apoyo de más de una persona.
2. Distribúyanse las responsabilidades. Aunque en muchas familias haya un cuidador principal, es fundamental que otros miembros se involucren en la tarea.
3. Busquen ayuda profesional. Neurólogos, geriatras, terapeutas ocupacionales y psicólogos pueden orientar al paciente y a la familia en cada etapa.
4. Creen rutinas simples y previsibles. Esto brinda seguridad al paciente y reduce los episodios de ansiedad.
5. Conéctense con otros cuidadores. Existen grupos de apoyo en línea y presenciales donde las familias comparten experiencias, consejos y consuelo.
6. Cuídense, cuidadores. El agotamiento es una realidad frecuente. Dormir bien, tener espacios de recreación, hablar de lo que se siente y mantener conexiones personales son un derecho, no un lujo.
7. Fomenten momentos de afecto. Aunque el paciente olvide palabras o rostros, muchas veces conserva la capacidad de sentir emociones, aun cuando no se recuerde con palabras.
8. No subestimen el diagnóstico temprano. Reconocer los primeros signos de deterioro cognitivo y buscar atención especializada puede retrasar el avance de la enfermedad y planificar mejor el futuro.
9. Rompan el estigma social. El alzhéimer no es solo “cosa de viejos” ni un motivo de vergüenza. Hablar abiertamente de la enfermedad favorece la empatía y promueve entornos más inclusivos y comprensivos.
Como sociedad, tenemos el deber de romper el aislamiento que rodea esta enfermedad. Nadie debería recorrer este camino solo. Porque el amor —aun sin palabras— tiene memoria. Y porque un tejido humano de apoyo puede sostener donde la memoria falla.
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