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“Hoy hasta los que no son boricuas, son boricuas”: miles de puertorriqueños arropan las calles de Hartford para celebrar su parada

Sobre 15,000 boricuas, residentes en Connecticut, llegaron a la capital del estado para disfrutar de su anual Parada Puertorriqueña y Festival del Coquí

22 de septiembre de 2025 - 11:10 PM

El 37% de la población de Hartford, capital de Connecticut, es puertorriqueña (itzel.rivera@gfrmedia.com)

Hartford - Las sirenas de las patrullas, el retumbar del tambor y la monoestrellada ondeando fueron el escenario este domingo para 15,000 boricuas que inauguraron la Parada Puertorriqueña y el Festival del Coquí en Hartford, evento organizado anualmente por el Instituto de Connecticut para el Desarrollo Comunitario (CICD, en inglés).

“Te hace sentir que no estás solo el saber que, aunque estamos fuera de Puerto Rico, en estos espacios hay más gente con un orgullo inmenso por la patria”, relató conmovida a El Nuevo Día Jarlene Marrero Delfi, maestra que emigró a Hartford hace tres años.

El festival puertorriqueño de Hartford es el último de los siete que se celebran en el estado, donde cerca de 300,000 residentes son puertorriqueños -el 8% de la población-. En esta ciudad, el peso cultural es todavía mayor: el 37% de los ciudadanos son boricuas, y el ánimo y por los gritos “wepa” por las calles lo evidenció.

“Yo soy de Utuado, y no es lo mismo que estar en el pueblo de uno, pero es un día que nos une y demuestra la fuerza que tiene la comunidad puertorriqueña en Connecticut”, sostuvo Amilcar Hernández, director de la parada y dos de los únicos concejales municipales puertorriqueños en la ciudad.

A diferencia de los otros seis festivales, en Hartford se lleva a cabo un desfile con carrozas y autos alusivos a la isla, una tradición que solo se hace en dos de las otras ciudades, el resto son solo festivales -sin parada-. Se celebran en zonas con gran concentración de puertorriqueños: New London, Bridgeport, New Britain, Meriden, New Haven y Waterbury.

En este caso, el desfile se da en un escenario cargado de emociones para la diáspora boricua, un día después que se cumpliera el octavo aniversario del huracán María, que desplazó a 13,000 puertorriqueños a Connecticut, y en medio de la ola cultural que dejó la residencia de Bad Bunny a nivel global.

Arrancó en la calle Park en Frog Hollow, histórica comunidad puertorriqueña de la ciudad, y se extendió durante dos horas hasta llegar al parque Bushnell, donde ya cientos esperaban sentados con sus elementos referentes a Puerto Rico y en espera de que comenzara el Festival del Coquí.

En el mismo, decenas de comerciantes vendieron comida típica y los puertorriqueños disfrutaron de las presentaciones musicales encabezadas este año por Los Pleneros de la Cresta. Les acompañaron en tarima Moncho Rivera, Henry Aguayo, Alex “El Bizcochito”, Carlos Lunático y Rumba Caliente.

“Me mudé para acá cuando tenía seis años. Mis padres decidieron venir en busca de mejores oportunidades, pero a veces extraño mucho la isla, por eso me gusta la parada, me hace sentir bien que todos se unan”, estableció Jay Méndez Jennings, quien tiene 20 años y nació en Añasco. Por su parte, la música es lo mejor del festival.

Millie Ramos Rivera emigró a los cinco años a Bridgeport. Desde que comenzó a conversar con este medio estaba estremecida recordando que hace 11 años no visita la isla. Cuando siente nostalgia se pone “a ver fotos y vídeos”, aseguró. Ramos Rivera también estaba en en la festividad, principalmente, por la música.

Aunque tradicionalmente el evento se lleva a cabo en junio, en esta ocasión el comité organizador coordinó con el ayuntamiento posponer la fecha a septiembre con el fin de garantizar más recursos y personal de seguridad. Un total de 110 agentes resguardaron la actividad.

“Esto es un día, pero nos toma un año prepararlo porque tenemos que recaudar los fondos. El día de hoy tiene un costo estimado de $300,000 y requiere mucha logística, porque es algo inmenso tener casi dos millas de distancia cerradas en la ciudad capital”, explicó el presidente de la parada.

Este año el evento estuvo dedicado al municipio de Ponce, cuya alcaldesa, Marlese Sifre Rodríguez, asistió al desfile con un grupo de unos 15 vejigantes, personajes icónicos del pueblo.

“Gracias a todos ustedes por amar a Puerto Rico dondequiera que se encuentren, representarla en cada rincón que van y mantener la isla viva en sus corazones”, expresó la mandataria municipal.

El padrino de la festividad fue Hernán Lafontaine, primer superintendente puertorriqueño de un distrito escolar en Estados Unidos y ex superintendete de las escuelas públicas de Hartford.

“Hoy hasta los que no son boricuas son boricuas. Gracias por reunirse en esta gran ocasión y demostrarle a este capitolio -que queda frente al parque- que estamos vivos, para mí esto es una fantasía”, manifestó en su saludo, tras esta semana un plantel escolar ser bautizado con su nombre.

De igual manera, en el desfile caminaron juntos el alcalde de la ciudad, Arunan Arulampalam, y el senador principal por el estado de Connecticut, Richard Bluementhal.

La celebración de los puertorriqueños ya había comenzado el pasado jueves 18, tres días previos a la parada, cuando la comunidad se juntó para el izado de la bandera puertorriqueña y la presentación de los homenajeados en el evento en dos escenarios distintos: primero frente a la alcaldía de Hartford y luego frente al Capitolio estatal.

En el izamiento estuvo presente el gobernador de Connecticut Ned Lamont, cuya madre nació y se crio en San Juan en 1926.

Ambos actos, cargados de simbolismo, sirvieron de antesala para un fin de semana en el que los boricuas reclamaron visibilidad y orgullo.

Las paradas puertorriqueñas en Connecticut se fundaron en 1964, la primera en la ciudad de Hartford, como un instrumento político. Fueron ideadas por María Sánchez Banquet, la primera legisladora boricua en el estado, en busca de reunir la comunidad puertorriqueña -que en ese momento estaba muy esparcida- para apoyar la candidatura, en ese entonces, de la primera alcaldesa aforamericana de Hartford.

Sánchez Banquet estaba convencida de que la cultura sería una forma de impulsar la representación política de los boricuas en la ciudad. Ahora, por más de 60 años han funcionado como una manera de preservar la cultura, la identidad y el compromiso con la educación.

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