El trabajo comenzó de forma clandestina. Un grupo de estudiantes de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras comenzó a crear proyectos teatrales peculiares y experimentales desde el recinto. De ahí, las cosas se fueron desarrollando de manera más orgánica. Algunos de los miembros del grupo se movieron a Nueva York para continuar con sus estudios, y allí, la idea de crear algo más formal comenzó a hacerse más real.

“Inicialmente, hubo un reencuentro de gente que se fue a hacer maestría allá y otra gente que ya estaba en Nueva York viviendo y que compartían distintas ideas sobre la experimentación escénica y estéticas similares, con dramaturgias originales que tienen que ver con temas de la diáspora, pero también de Puerto Rico sobre las situaciones que nos acogen, como personas diaspóricas”, explicó Pelé Sánchez Tormes, uno de los actores de la compañía Caborca.

“Fundamos la compañía en el año 2009, bajo ese mismo espíritu de las producciones clandestinas, y luego expandimos en el 2013, de seis miembros a unos 13. Eso ha fluctuado con el tiempo, pero la motivación siempre ha sido la misma. La visión de Caborca se rige sobre dos vertientes principales, la primera tiene que ver con mirar a las estructuras de poder corruptas, el poder que explota, el poder colonial, y la otra son nuestras propias prácticas y formaciones. Todos venimos del ámbito más experimental, y siempre estamos aprendiendo. Es un laboratorio. Constantemente empujamos nuestras propias barreras”, agregó David Skeist, director de producción de la compañía, actor, y uno de sus miembros fundadores.

Hace más de una década, el dramaturgo puertorriqueño Javier Antonio González dio forma a una historia en la que enlazaba elementos escénicos diversos, particularmente una fusión entre el cine y el teatro, que buscaba contar algo sobre la experiencia puertorriqueña desde la diáspora, mirando al pasado. Para ello, González se inspiró en una serie de correspondencias reales entre familiares suyos, que se escribían desde el pueblo de Lares y la ciudad de Manhattan.

La pieza lleva por nombre “Zoetrope” (zoótropo, en español). El zoótropo es un artefacto rústico, de forma circular, diseñado para crear la ilusión de imágenes en movimiento cuando se mira a su interior mientras gira. La trama sigue a un cartero militar llamado “Severino”, que se muda a Nueva York en la década de 1950, y a lo largo del relato se narran las historias de su esposa, su cuñada, su hijo, el dramaturgo y escritor René Marqués, y los acontecimientos del Grito de Lares. La obra mezcla elementos de narrativos y visuales como “flashabacks”, cortes paralelos y vídeos en directo, intentando imitar la visión caleidoscópica e ilusoria de artefacto del que toma el nombre, ilustrando elementos del desarraigo, la memoria y las contradicciones de la historia puertorriqueña.

“Lo que se hace en Caborca siempre tiene un diálogo con lo que está pasando de cierta forma en Puerto Rico o Latinoamérica. Es bien curioso que la organización comenzó así, invadiendo espacios, y venimos ahora, después de tantos años de soñar, a presentar este trabajo aquí. Y el país está pasando por un momento similar, donde muchos sectores están reclamando sus espacios, porque se los están quitando y la organización comenzó así, reclamando un espacio teatral que nos estaban quitando, limitando. A mí me encanta cómo convergen en el trabajo de Caborca tantas disciplinas, porque Javier Antonio también dirige cine y tenemos cineastas en la organización también, en las piezas siempre se integra mucho movimiento”, compartió sobre su experiencia la actriz Yaraní del Valle Piñero, quien se unió al grupo en 2018.

Después de 10 años presentándose en otras partes, “Zoetrope” llega por primera vez a Puerto Rico, como parte del 62º Festival de Teatro Puertorriqueño del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

“La cultura en Puerto Rico siempre ha estado en ataque. Y lo podemos vemos en el hecho de que todavía estamos luchando porque el Instituto de Cultura no se convierta en otra cosa. Traer la obra para acá ha sido como un esfuerzo bien fuerte, porque la primera vez que tratamos de traerla iba a ser al Teatro de la UPR, pero en ese momento estaban pasando muchas cosas que lo dificultaron, además de la llegada de la Junta de Control Fiscal. Estaban pasando toda una serie de cosas difíciles en el país. Y cada año que tratábamos de volver a hacer un esfuerzo, sucedían cosas, como el huracán, la pandemia. Al fin se nos da esta oportunidad, y es interesante la coyuntura en donde se da, en términos temporales, y creo que es el momento para presentarla”, opinó Sánchez Tormes.

“Estamos todos curiosas y emocionados de escuchar al público, de la reacción del público puertorriqueño, con lo que uno se identifica. Porque eso es diferente para los que viven allá y los y los que están aquí. Se van a reír, van a llorar, se van a inspirar, se van a enojar, van a sentir de todo, van a cuestionar. Y estamos emocionados también de esas preguntas, esa conversación que queremos dar luego de la pieza”, expresó, por su parte, Laura Butler Rivera, quien forma parte del elenco, sobre la experiencia que les gustaría ofrecer con esta obra.

Para Skeist, traer la pieza a Puerto Rico es muy significativo, porque es un tipo de momento de círculo completo, algo con lo que han soñado por mucho tiempo. Lo ve como algo muy profundo, porque, al mismo tiempo, no saben qué va a pasar en este ambiente nuevo, lo que describe como una experiencia emotiva y de mucho valor.

“Zoetrope” se presentará en inglés y español, con sobretítulos en ambos idiomas. Los boletos están disponibles en prticket.com, con descuento para estudiantes. Las funciones se llevarán a cabo en el Teatro Victoria Espinosa, del 29 al 31 de mayo, a las 7:00 p.m., y el 1 de junio a las 4:00 p.m.