“Alita Battle Angel” ofrece entretenimiento impredecible

De primera instancia, “Alita Battle Angel”, la superproducción de 20th Century Fox que estrena hoy en Puerto Rico, parece ser otra oferta genérica de fantasía y ciencia ficción que llega a los cines por la obsesión de los estudios de Hollywood de crear universos cinematográficos que generen docenas de secuelas y “spinoffs”.

Sin embargo, el filme no es el entretenimiento desechable y promedio que su campaña de publicidad ha estado vendiendo.

El filme cuenta con códigos y conceptos que el público ha visto en otras películas, pero esta posee la ambición distintiva y tangible de la primera fusión de los talentos de James Cameron (“Avatar”, “Titanic”), que aquí es productor y guionista, y Robert Rodríguez (“Sin City”, “Spy Kids”), quien está a cargo de la dirección.

El resultado de la colaboración entre estos dos cineastas es entretenimiento impredecible y extremadamente ambicioso, cualidades que ayudan muchísimo a suavizar las pocas imperfecciones que tiene la producción.

Irónicamente, esas debilidades están directamente ligadas a la necesidad de empujar el drama principal a una escala épica que pueda servir de trampolín para secuelas o precuelas que giren alrededor del personaje titular.

Cuando Cameron y Rodríguez se concentran en los personajes que habitan el gran universo que logran plasmar en pantalla, el filme genera entretenimiento ágil que logra sorprender en más de una ocasión. Esto no es ninguna sorpresa, dado que este es el guion del escritor que sabía que nadie estaría interesado en que se hundiera el "Titanic", si el espectador no estaba atado emocionalmente al romance entre Jack y Rose.

Para desarrollar esa conexión emocional de la jornada épica de Alita, figura originada en las novelas gráficas japonesas Gunnm de Yukito Kishiro, el guion de Cameron filtra todo a través de la figura titular y le da tiempo de crear relaciones interpersonales antes de tener que ser activada como guerrera.

La primera relación que se establece es con el personaje de Dr. Dyson Ido (Christoph Waltz) un científico del siglo 23 que se encarga de extender la durabilidad del ser humano con prótesis mecánicas. Es en la búsqueda de materiales para sus pacientes que el doctor se topa con los retos de Alita (Rosa Salazar) en uno de los basureros de Iron City.

Las piezas son como un rompecabezas incompleto que lo único que deja saber es que el personaje titular es una cyborg con un cerebro humano superdotado que de alguna forma está conectada con el cataclismo que casi destruyó la Tierra hace 300 años.

El resto de la trama sigue cómo esa entidad es colocada en el cuerpo de una adolescente que vive entre su deseo de ser “una chica normal” y descubrir los secretos de su pasado.

Con Rodríguez dirigiendo un guion de Cameron, lo menos que se podía esperar de “Alita Battle Angel” es una propuesta visual espectacular y en ese departamento el filme nunca falla.

Aun así, lo más impresionante de la película es cómo tanto la narrativa como la dirección nunca abandonan el punto de vista de su protagonista, gancho dramático que lleva al filme a varias sorpresas que no pueden ser discutidas. Rodríguez maneja muy bien la escala de esta historia, pero sus mejores secuencias son aquellas (una pelea en una barra o competencias de un deporte extremo llamado Motorball) donde la acción es un resultado de la rebeldía volátil del personaje titular.

De la misma forma, como guionista James Cameron sigue adicto a los finales falsos, técnica que en ocasiones ha generado momentos inolvidables (como en “Aliens”) mientras que en otras lo que hace es neutralizar el verdadero clímax de la historia (como en “True Lies”).

El guion de Alita cae en esa segunda categoría y es precisamente en esa última sección donde el filme pierde un poco de fuerza. La culminación de la jornada emocional de Alita, el poder aceptar su espíritu y destino de guerrera, es mucho más satisfactorio que los virajes de la trama que dan claves de lo que podría suceder en una secuela.