Tras la huella de Campeche

Nos adentramos en la vida y obra de nuestro primer gran pintor y uno de los grandes retratistas latinoamericanos del siglo 18

domingo, 7 de noviembre de 2021 - 12:00 a.m.



La figura y obra del maestro José Campeche y Jordán adquirió nuevo interés y ocupó titulares nacionales e internacionales en junio pasado cuando se anunció que una pintura propiedad de la galería de arte The Barber Institute of Fine Arts en Reino Unido que durante décadas fue atribuida al pintor español José Francisco de Goya, tras dos investigaciones, apunta a ser un Campeche.

Más allá de esa fascinante historia, aprovechamos el nuevo interés en su figura y el regreso de La Campechada en su décimo aniversario para ahondar en la vida y obra de nuestro pintor, y ofrecer una guía para saber dónde se puede disfrutar de su trabajo, no solo en Puerto Rico, sino en el resto del mundo.









I. Cronista de su época

Celebramos la vida de nuestro primer gran pintor y uno de los grandes retratistas latinoamericanos del siglo XVIII




Comencemos imaginando, viajando en el tiempo hasta el Puerto Rico del siglo XVIII. Recreando la ciudad de San Juan en desarrollo, sus transformaciones, sus batallas, sus paisajes, sus personajes. Si hoy podemos tener la capacidad de imaginar ese Puerto Rico es gracias, en gran parte, al pintor puertorriqueño José Campeche.

Considerado el gran cronista de su época, Campeche es nuestro primer gran pintor y uno de los grandes retratistas latinoamericanos del siglo XVIII, quien cultivó el estilo rococó y el barroco. Su obra de corte religioso, así como sus retratos, son vitales para comprender la historia del país, pues atestiguan de primera mano lo acontecido. Campeche era un extraordinario miniaturista, dejando en cada una de sus obras detalles importantes que también han ayudado a descifrar y comprender mejor ese periodo histórico de tanta transformación.

Nacido el 23 de diciembre de 1751, José Campeche fue hijo de Tomás de Rivafrecha Campeche, un esclavo liberto quien compró su libertad antes de 1734 al canónigo Juan de Rivafrecha, y María Jordán, una canaria blanca. Esto lo convierte en nuestro primer pintor mulato, explica la historiadora Lizzette Cabrera, profesora del Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y quien laboró junto al fenecido doctor Arturo Dávila -estudioso de Campeche- en el libro “José Campeche y su familia”, que próximamente publicará la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades.

“Independientemente de que José Campeche va a nacer en un ambiente de libertad es importante que la gente tenga claro ese contexto porque en algún momento lo trataron de desvincular de ese ambiente de la esclavitud porque ya no era esclavo, pero es importante que se sepa que él venía de toda una estirpe de choque de clases en la esclavitud”, expresa la historiadora, toda vez que recuerda que el padre del pintor provenía de cuatro generaciones de esclavos de origen africano.

Fue precisamente Tomás Campeche de Rivafrecha, su primer maestro, ya que este era un adornista, dorador y pintor, quien trabajó para la Iglesia Católica, y cuyo taller estaba en el Viejo San Juan. En ese taller es donde comienza a cultivar su arte un joven Campeche, quien luego perfecciona su técnica y estilo con el español Luis Paret y Alcázar, segundo pintor más importante de la Corte después de Francisco de Goya.


Paret y Alcázar llega a la isla en 1775 luego de ser expulsado de España por el rey Carlos III al descubrirse que estaba encubriendo al infante Luis de Borbón en encuentros amorosos. Permanece en Puerto Rico hasta mayo de 1778. Durante ese periodo de dos años y medio acoge a Campeche, a quien tiempo después invita a España, pero este declina, pues estaba a cargo del cuidado de sus hermanas, Lucía y María Loreta.

Campeche -como su padre y hermanos- trabajó para la iglesia y los conventos, desarrollando una importante obra religiosa, entre ellas varias “Virgen de Belén” y la pieza “Exvoto de la Sagrada Familia” (c.1778 al 1780), en la que representa -por primera vez- personas negras esclavizadas. Su gran talento hizo que el gobierno colonial de entonces se acercara a él para comisionarle varios retratos, convirtiéndose en el retratista de oficiales gubernamentales de la época. Basta ver algunos de sus icónicos retratos como los de los gobernadores don Ramón de Castro (1800) y don Miguel Antonio de Ustariz (c.1789-1792) -por solo mencionar algunos-, para percatarse no solo de su maravillosa técnica y estilo, sino también de una conciencia sobre una identidad puertorriqueña que comenzaba a florecer, y que supo identificar con su minuciosa mirada.

“José Campeche se ha dado a conocer a través de los siglos como este gran pintor y, hoy en día, nosotros los historiadores lo distinguimos como cronista de su época porque más allá de los documentos en manuscrito de los testamentos y las actas de bautismo y de matrimonio, José Campeche nos da luz sobre la figura, sobre el ambiente, incluso el ambiente de la naturaleza de la época. Tenemos una imagen maravillosa de Condado totalmente virgen sin ningún tipo de estructura, pintado desde los altos del Viejo San Juan, y así hay una cantidad de obras suyas de las que podemos estar hablando”, asevera Cabrera.

Otro ejemplo, indica, está en la obra “Las hijas del gobernador don Ramón de Castro” (1797), donde se funden elementos criollos, como la piña y la maraca, que hacen referencia a nuestros orígenes africanos y taínos, resaltando esa identidad criolla que empezaba a despuntar. El pintor, a su vez, a través de su obra también apunta a la historia económica del país representando en una de sus tres “Dama a caballo” un trapiche, dejando así una huella histórica de esa principal fuente económica para el país en el siglo XVIII.

“José Campeche es visto a través de los ojos de don Teodoro Vidal como un artista que nos identifica, que nos vincula a la identidad puertorriqueña, la identidad criolla”, dice Cabrera. “Es parte de ser fiel a ese contexto, de sin saberlo, convertirse en historiador de su época”, sostiene la historiadora.

Campeche, quien además de pintor se destacó como músico -tocaba el oboe, era maestro de canto y compositor- y quien llegó a intercambiar el pincel por el machete en el ataque inglés de 1797, murió el 7 de noviembre de 1809 de lo que hoy se conoce como tuberculosis. Su obra, sin embargo, todavía nos habla, gracias al trabajo de diversos investigadores -siendo Alejandro Tapia y Rivera su primer biógrafo-, quienes nos ayudan a seguir descubriendo la grandeza de nuestro pintor, quien se atrevió a mirar más allá, permitiéndonos ver ese Puerto Rico del siglo XVIII.

“La muestra de la flora, del ambiente, de la actividad económica, de la construcción, de las distintas etapas que vivió José Campeche, nos dan base para nosotros entendernos mejor. Su obra nos da información para que tomemos conciencia, por ejemplo, de la antigua ciudad, y cómo debemos protegerla, porque fue hecha para caminar y desplegar caballos, no para estos camiones y vehículos de motor. Es una obra que nos sigue hablando”, expone la historiadora, toda vez que recuerda que Campeche nació y murió en pleno florecer de una identidad propia.

“Era un Puerto Rico en pleno florecimiento y la obra artística, el patrimonio artístico que nos dejó Campeche, es muestra de ello”, concluye.








II. La grandeza de su obra

El pintor José Campeche prestaba especial atención a los detalles en su obra y era especialista en incluir muchos de ellos en piezas en miniatura dentro de sus pinturas



En una de las salas del Museo de Arte de Puerto Rico se encuentra una de las piezas icónicas de nuestro pintor José Campeche. Se trata del retrato “Las hijas del gobernador don Ramón de Castro”, de 1797. Es un óleo sobre lienzo que está expuesta en un elaborado marco dorado, al que sencillamente no se le puede ser indiferente.

En la obra, se aprecia a María de Guadalupe y María del Carmen, hijas del gobernador don Ramón de Castro, quienes en ese entonces tenían 5 y 2 años, respectivamente. La pintura ocurre el mismo año del ataque inglés a San Juan, luego de la gesta del gobernador de Castro, quien dirigió la ofensiva en contra de los ingleses.


A pesar de que el retrato tiene características muy europeas, al acercarse a la pieza se aprecian varios detalles que demuestran esa mirada particular de Campeche que ya apuntaba hacia esa identidad propia que comenzaba a florecer en ese Puerto Rico del siglo XVIII, como bien destacó el fenecido historiador y coleccionista Teodoro Vidal en el libro Cuatro Puertorriqueñas por Campeche, publicada por Ediciones Alba, en el 2000.

Una de las niñas sujeta en sus manos un ramo de flores, mientras que la otra sostiene una maraca de higüera. En el suelo, muy sutilmente, se asoma una piña que contrasta con la decoración europea que permea en la obra.



Con estos gestos, Campeche comenzaba a mostrar esos contrastes entre la cultura europea y la caribeña donde estas dos niñas se crían. Juan Carlos López Quintero, curador del Museo de Arte de Puerto Rico, explica que se cree que nuestro pintor hizo este cuadro a raíz de la victoria del padre de las niñas ante la invasión inglesa. Muchos de los datos que se conocen de esta obra es gracias al propio pintor, quien, como buen miniaturista, dejó en la misma obra los nombres y las edades de las niñas en un folio que se aprecia en el suelo de la pieza y donde también aparece la firma de Campeche.

Las niñas murieron tiempo después de ese retrato, al parecer, víctimas de la epidemia de la fiebre amarilla que afectó a la isla entre 1804 y 1805. Toda esa historia hace de esta obra, una de las más icónicas del artista, según lo explica el curador, quien entiende que una de las grandezas de José Campeche reside precisamente en sus retratos.

“Ahí es que entiendo es que está la grandeza de Campeche porque las pinturas religiosas son copias de grabados que llegaron a sus manos, en cambio, en el retrato Campeche logra expresarse de una manera increíble, yo diría que hasta con severidad, no esconde defectos, no esconde arrugas, hace ver el personaje y su entorno. Aquí es donde radica la grandeza de Campeche, que, en el siglo XVIII en una isla del Caribe, siendo un joven de descendencia africana, logró ser uno de los grandes retratistas de la pintura latinoamericana del siglo XVIII″, opina López Quintero.


También destaca su extraordinaria destreza como miniaturista. “Por ejemplo, la carta que está en el piso aquí en el cuadro está escrita y se puede leer. Y ahí nos dice quiénes son las niñas, las edades, sus padres, es decir, que Campeche era un pintor extraordinario. Era para él tan importante la miniatura que sus obras grandes, siguen teniendo el detalle, guardando atención al más minucioso detalle”, agrega.

Eso se puede apreciar también en otras obras como en el retrato del gobernador Don Miguel Antonio de Uztariz (c.1789-1792), donde se pueden leer desde los mapas, hasta los títulos de los libros que están en la mesa, así como observar a través de una ventana la construcción de las calles de la ciudad de San Juan. Sucede lo mismo con la obra “El niño Juan Pantaleón Avilés de Luna Alvarado”, de 1808, donde narra al pie de la pieza, la historia del niño enfermo.

López Quintero sostiene que, aunque no es fácil distinguir a simple vista un Campeche, hay ciertos indicadores como, por ejemplo, los colores, ya que él empleaba mucho rosado y azules claros. Lo que ayuda es que Campeche tiene varias obras firmadas, aunque no era común en la época.

“No es tan fácil identificar lo que es un Campeche. Tenemos Campeche históricos que nos dan indicaciones –algunos firmados-, entonces partimos de ese legado para identificar y saber cuándo estamos o no ante un Campeche”, explica.





Aunque don Arturo Dávila y otros estudiosos de su obra aseguran que José Campeche nunca salió de Puerto Rico, eso no impidió que su obra viajara a diversas partes del mundo. Una de sus obras religiosas está en la Catedral de Caracas y hay piezas suyas en Santo Domingo (República Dominicana), México y España. Recientemente, apareció un supuesto cuadro suyo en la galería Barber Institute de la ciudad inglesa de Birmingham que luego de atribuirle a Goya, todo apunta a que es de Campeche. Se están realizando diversos estudios para comprobar su identidad. Hasta el momento, no ha habido una conclusión al respecto. Recientemente, el MAPR se puso en contacto con la galería para obtener más información y poner a su disposición estudios y profesionales de la obra de Campeche. Hizo lo propio el Instituto de Cultura Puertorriqueña.

López Quintero precisa que la obra de nuestro pintor salió del país porque muchos militares españoles, luego de irse de Puerto Rico, se llevaban consigo sus obras y retratos. En el caso de Venezuela, cuenta que la obra de Campeche llega luego de que fallece el pintor de la Capitanía General y la iglesia se queda sin un artista que hiciera las obras para los templos y las iglesias.


“Allá se enteran de la existencia de Campeche y él realiza varios cuadros, entre ellos uno que está en la Catedral de Caracas. Algunas obras, inclusive dentro de la colección del Instituto de Cultura Puertorriqueña, provienen de Caracas. También se sabe de obra suya en Santo Domingo, en México. Por otra parte, es cierto que muchos militares a la hora de contraer nupcias tenían que volver a España y mostrar con quién se iba a casar –aquella triste limpieza de sangre- y solían encargar retratos de la futura esposa y a la inversa, y muchos de esos retratos se quedaron en España y los militares una vez se iban a España se llevaban sus retratos”, relata sobre la ruta de Campeche en el mundo.








III. De Puerto Rico hacia el mundo

Hay conocimiento de piezas de José Campeche en Cuba, España, Venezuela, República Dominicana y Estados Unidos




Para conocer varias de las piezas icónicas de José Campeche hay que adentrarse en el depósito de obras del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), que es la entidad cultural del país -luego de la Arquidiócesis de San Juan- que más piezas tiene en su colección de nuestro primer pintor conocido a nivel internacional.

Celosamente custodiadas y protegidas, el ICP cuenta con 26 piezas de Campeche y ocho de Taller Campeche, que son piezas que estuvieron a cargo de la familia del artista, según explicó Carmen Torres Rodríguez, registradora de la Colección Nacional del ICP. Las obras datan desde 1776 hasta 1808, por lo que se puede apreciar la transformación del artista, que es considerado el máximo exponente del estilo rococó de toda América.

Entre las piezas que alberga esta institución se encuentran varias de corte religioso, como la conocida “Exvoto de la Sagrada Familia” (c.1778 al 1780), donde -según los estudios- se representan por primera vez personas negras esclavizadas en el arte puertorriqueño, así como las obras “Agnus Dei” y “Salvador Eucarístico”, que Campeche realizó para decorar dos ventanas del Convento de las Carmelitas, donde trabajó no solo como artista, sino también como músico ofreciendo clases de canto.

De igual forma, están sus emblemáticos retratos del gobernador don Miguel Antonio de Uztariz, donde se percibe El Viejo San Juan en plena construcción, así como el conmovedor retrato del “Niño Juan Pantaleón Avilés”, en la que aparece un niño que, según escribió el propio artista en la obra, vivía en Coamo y sus padres lo llevaron a la capital para que fuera confirmado. Se presume que el niño sufría de amelia, una anomalía congénita. El retrato, que data de 1808, fue encargado por el prelado Juan Alejo Arizmendi, nombrado obispo de Puerto Rico en 1804. Esta es una de las últimas piezas que llevó a cabo el pintor previo a su muerte en 1809.

Fue precisamente esta obra la primera que adquirió el Instituto de Cultura Puertorriqueña cuando comenzó su colección de Campeche para mediados de la década del 50′, cuando don Ricardo Alegría funda el ICP. Carmen Torres Rodríguez precisó que esta obra provino de la colección Jungham, con la que el ICP comienza a engrandecer su propia colección.

“Luego de esto, el doctor Arturo Dávila y don Ricardo Alegría empiezan a hacer los acercamientos con la iglesia y de ahí se logra adquirir algunas piezas del Convento de las Carmelitas y esas son las que empiezan nuestra colección de Campeche. Hay algunas también que se adquirieron de colecciones privadas”, agregó Torres Rodríguez sobre los esfuerzos que se hicieron en su momento para crear esta colección de Campeche.

La primera gran exhibición del pintor se realizó en 1971. El doctor Arturo Dávila estuvo a cargo del catálogo de la muestra que contó con 71 obras y que es, hasta la fecha, la exhibición más amplia que se ha hecho del pintor. Luego de esta muestra se han llevado a cabo otras, incluyendo, “Campeche en su tiempo”, que organizó el Museo de Arte de Ponce en la década del ochenta, y que luego fue traslada al Metropolitan Museum, en Nueva York. La primera persona que trabajó restaurando y conservando la obra de Campeche, según Torres Rodríguez, fue el reconocido conservador alemán Anton J. Konrad, quien fue contratado por don Luis A. Ferré para fundar el laboratorio de conservación del Museo de Arte de Ponce.

Campeche ha estado bien presente en los museos de Puerto Rico y se reconoce su legado y su importancia porque a través de Campeche estamos viendo el Puerto Rico del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Los temas que eran importantes en ese momento, la vestimenta de ese momento, cómo se vivía en ese momento, pues lo vemos en sus trajes, en los fondos de esas pinturas… En términos de la importancia de Campeche en el extranjero, lo vemos en esta visión que tuvo Londres (Barber Institute) al considerar recientemente a Campeche como un posible sujeto realizador de la pieza que ellos entendían que era de Goya. Vemos que la investigadora a cargo (Rosario Granados) ya conocía de Campeche y pensó inmediatamente en él, así que esto también te habla de su importancia a nivel internacional”, sostuvo la registradora del ICP, refiriéndose al hallazgo de la Barber Institute de la ciudad inglesa de Birmingham, que el pasado mes de junio reveló que un retrato de una anciana atribuido a Goya, pudiese ser realmente una pintura de José Campeche.

La también coordinadora de actividades culturales de la Unidad de Colecciones del Programa de Artes Plásticas del ICP, precisó que hay conocimiento de piezas del artista en Cuba, España, Venezuela, República Dominicana y en Estados Unidos. Tan reconocido ha sido su trabajo que, en el año 2010, dos de sus piezas -“Virgen del Carmen” (1806) y “Virgen de Belén” (c. 1785-1809)- y una de Taller Campeche -“Virgen del Carmen” (1829)-, fueron robadas de la Galería Nacional –actualmente cerrada- en un caso que permanece bajo investigación a nivel internacional.

“Aunque contamos con 26 piezas de Campeche, nos faltan tres, lo que pasa es que siempre las contamos porque están bajo nuestro registro y porque mantenemos la esperanza de que aparecerán”, sostuvo la registradora.





Recorrer el depósito de obras del ICP y apreciar la obra del maestro Campeche es entender su grandeza y también lo ligado que estuvo su vida al Viejo San Juan, donde nació, se formó y se desarrolló. Es precisamente en el casco antiguo de la capital –específicamente en la iglesia San José- que yacen los restos del pintor, quien falleció el 7 de noviembre de 1809, el mismo año que Puerto Rico tuvo su primer representante en las Cortes de Cádiz en España.

Desde su muerte hasta entonces, la huella de Campeche sigue viva y presente en nuestra historia. Parte de ese importante legado lo reconoció el ICP en el 2011 cuando creó el evento cultural “La Campechada”, que este año regresa en una nueva edición del 19 al 21 de noviembre en honor a don Ricardo Alegría. Esta actividad ha servido no solo para homenajear su vida y obra, sino también la de otros artistas puertorriqueños, como Francisco Oller, Rafael Tufiño, Myrna Báez, Rafael Ríos Rey, Elizam Escobar, Eugenio María de Hostos, Juan Morel Campos y Abelardo Díaz Alfaro.

“Campeche fue un hombre renacentista cabalmente: músico, pintor, diseñador de uniformes, participó en temas eclesiásticos por toda su vida. Es un artista que para mí es un embajador que cualquier nación hubiese deseado tener, es un hito, un pilar increíble en la cultura de la isla en la escena artística de esa época. Para mí es tan importante que hoy sigue comunicando como si estuviera vivo, como si estuviera con nosotros”, expresó Ángel Cruz, otro de los registradores del ICP

Yo creo que La Campechada, como sello de calidad, convierte al receptor de ese homenaje como con una dignidad, porque al decir Campechada es como un baño de genialidad para ese artista al que se le dedique. Y por lo multidisciplinario que fue Campeche es que es genial que se le pueda dedicar La Campechada ya sea a un pintor grande, a un músico grande, incluso a un cineasta, porque Campeche fue una figura abarcadora. Un gigante”, concluyó Cruz, quien diariamente camina por el depósito de obras de la institución observando y recordando la grandeza de este artista que hoy sigue hablándonos de muchas maneras.






Créditos




Imágenes de las obras de Campeche: Museo de Arte de Puerto Rico, Museo de Arte de San Juan y Colección Nacional del ICP. Gracias al apoyo de Fundación Miranda y Google Cultural Institute.

Periodista: Mariela Fullana Acosta

Productores: Marcos Billy Guzmán y Adlín González

Fotoperiodistas: David Villafañe, Vanessa Serra y Eric Rojas

Gestión del Proyecto: Carlos J. Martínez-Rivera y Elías Bachour

Editora de Entretenimiento y Estilos de Vida: Patricia Rivera Meléndez

Editor Audiovisual: Dennis Rivera Pichardo

Directora de Estrategia Digital de GFR Media: Selymar Colón

Subdirector de El Nuevo Día: Rafael Lama Bonilla

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