El aire que se respira es de una pureza casi celestial. Sobre el cielo claro resplandece un sol cortante, pero la sombra de incontables árboles sirve de escudo contra sus rayos despiadados. Todo se siente más fresco acá arriba. Todo se siente más real. El cántico de pájaros carpinteros y bienteveos hace eco entre las ramas, y flores de todos los colores hacen de la finca todo un paisaje. El aroma de café recién colado llega como un abrazo, y resulta imposible no pensar que es verdad eso que dice la canción: acá, en la altura, se vive mejor que un adinerado.