

Poco tiempo después del huracán, una señora se coló frente a mí en el mini-market y mi conducta revirtió a un estado de emergencia. Le dejé saber, desde ese momento hasta que llegamos frente a la cajera, lo imprudente que había sido. Algunos en la fila se rieron y otros expresaron incomodidad. Ella creía que tenía razón, pues había entrado al mini-market primero que yo, solo que se detuvo a recoger algunas cosas, y yo entendía que el orden correcto es que uno agarra primero los artículos que necesita y luego hace la fila de pago; no al revés.
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