Desde la distancia todo se magnifica, se intensifica, se torna alarma parpadeante que no cesa durante la cotidianidad ni durante las horas del sueño. Para quienes todavía tenemos vínculos con el archipiélago, vínculos de todo tipo, resulta desesperante asistir a lo que reconocemos es una transformación del espacio físico y cultural que nos formó, de cerca o de lejos, en otro gran proyecto reservado para un grupo tan pequeño y tan disociado de la realidad del colectivo que defiende a boca ‘e jarro su odio, su maldad. Las medidas de austeridad se pueden traducir en eso: odio, maldad.