

Una debacle de proporciones históricas nos sigue arropando y a todos nos consta que no es tanto por el paso del huracán Fiona, sino por el colapso del servicio eléctrico y de un rescate eficaz y civilizado. Todo ello hace temer que muchos más morirán por infecciones, por falta de servicios indispensables y por un abandono generalizado. Puerto Rico deja ver al mundo que se ha deslizado a la categoría del tercer mundo: una colonia mal administrada que ha perdido su norte y su estima propia. Ni siquiera sabemos distribuir el diésel, mientras que las humillantes leyes de cabotaje de Estados Unidos impiden o atrasan que atraquen barcos de matrícula extranjera para entregarlo. ¡El suplicio de Tántalo!
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