


Cuando uno se adentra en la edad provecta −palabra ésta a la que siempre temí, pero ahora debo afrontar− debe cuidarse mucho de no aislarse del mundo que sigue andando alrededor con su vértigo de siempre. Saber atrapar el presente y no convertirse uno mismo en pasado; y, primero que nada, buscar entender lo que nos parece extraño. “No sea yo viejo gruñón, ni avaro, ni enteramente viejo”, nos recuerda el poeta nicaragüense Salomón de la Selva. El martilleo discordante del reguetón y sus letanías monocordes, los influencers que se alimentan de likes o perecen, o los narradores de Tik Tok, un universo donde todo ocurre en la superficie y es instantáneo.

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