En una reunión científica, hace poco, una distinguida endocrinóloga me relató un caso muy curioso, y hasta puedo decir espeluznante. La historia es de un niñito con pubertad precoz, un término que se refiere a la aparición de signos físicos del desarrollo sexual a una edad temprana. El niño desarrolló vello púbico, facial y axilar, y se le agrandó el pene antes de los nueve años. La endocrinóloga, al examinar al niño, se percató de que sus testículos eran más pequeños de lo esperado. Los niños con pubertad precoz usualmente tienen testículos de tamaño normal. Cuando ocurre la pubertad precoz con testículos de tamaño pequeño, hay que pensar en la exposición exógena a esteroides anabólicos. En otras palabras: la administración o ingestión de testosterona, que es la hormona masculina. La doctora le preguntó al padre acerca del uso de cremas de esteroides anabólicos y… ¡bingo!, ahí estaba la contestación. El padre usaba una crema de testosterona que aplicaba a su piel para aumentar su musculatura. Al abrazar y acariciar a su hijo, la piel del pequeño entraba en contacto con la crema y la absorbía.