En Puerto Rico, un semáforo ya no es simplemente un cruce. Se ha convertido en la representación física de un abandono social profundo. Es el lugar donde este país resuelve lo que el gobierno, con su mediocridad eterna, decide no atender. Allí recogemos chavos pa’ tó: atletas sin becas, equipos sin uniformes, estudiantes que sueñan con ir a un viaje, operaciones médicas, adultos que intentan sostener una adicción, y hasta actividades escolares que antes eran parte básica de la educación. Todo queda en manos de la buena voluntad del que esté pillao en la luz. Es la luz roja eterna en la que hemos caído como sociedad.

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