

Comencé a leer con algo de contrariedad el libro Discover Puerto Rico, U.S.A., de Hilda Blanch-Miranda. La tesis de que la identidad puertorriqueña -su imaginario de cara a la modernidad- fue creada y desarrollada por la propaganda imperial yanqui, más que por esfuerzo propio, me pareció, de primera instancia, una injusta exageración. Pensé en la creación de la revista “Puerto Rico Ilustrado” como buen ejemplo de cómo los puertorriqueños quisimos no solo acceder a la modernidad, mediante una publicación ilustrada con la aún novedosa fotografía, sino también mediante textos -la inclusión del género de la “crónica”- que también se cultivaban en Latinoamérica como nuevas maneras de explicar y narrar los tiempos que trajo el Siglo XX. Tampoco asentí a que no se mencionara nuestra rica literatura, la de las primeras cuatro décadas del Siglo XX, como un consistente esfuerzo por crear una imagen “identitaria” del país a lo largo de esos conflictivos años.
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