Mónica Puig ha traído a mis recuerdos el año 1966, cuando desde las gradas de la piscina olímpica del Escambrón en San Juan observaba con admiración cómo otra magnífica atleta puertorriqueña nos llenaba de gloria. En aquella ocasión, Puerto Rico vivió con júbilo colectivo las diez ocasiones en que escuchamos los acordes de La Borinqueña.
Se adhiere a los criterios de The Trust Project
Anita Lallande y Mónica Puig
Dos atletas que nos llenan de gloria
The opinions expressed in this article are solely those of the author and do not reflect the views or beliefs of El Nuevo Día or its affiliates.




