

Al año siguiente de los comicios de 1932, arribó a Puerto Rico un nuevo gobernador: Robert H. Gore, quien decretó que todos los funcionarios que designara tenían que someterle su renuncia en blanco para él disponer sin miramientos sobre su permanencia o no en su equipo de trabajo. El Partido Liberal condenó esa práctica, que llevó al encono entre su liderato y el gobernador. El calor de la controversia subió de tono ante la insistencia del partido de recibir el mayor número de empleos para sus adeptos por haber sido el que obtuvo, solo, el mayor número de votos. Gore fue relevado en febrero de 1934; lo sustituyó Blanton Winship, el gobernador de designación presidencial más funesto de que se tenga memoria.
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