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Hace sesenta años este enero, el siniestro dictador Fulgencio Batista abandonó Cuba y la dejó en manos de Fidel Castro y su ejército guerrillero. Como lo sabe a grandes rasgos cualquiera que haya visto El padrino II, Batista reunió a sus compinches para una fiesta de Año Nuevo, donde anunció que iba a escabullirse en medio de la noche. El círculo de sus allegados salió en estampida hacia el aeródromo y a las 2:40 de la mañana despegaron rumbo a Florida (a Jacksonville, no a Miami, que entonces era considerada demasiado pro-Fidel), mientras que el dictador partió hacia República Dominicana.
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