

El destape que se da en estos días en el servicio público –que no es novel ni autónomo de un grupo en particular– obliga a advertir que ha de estar ojo avizor el jefe del entorno en que se desarrolla toda actividad humana, ante la realidad de que la corrupción suele aparecer –se ha comprobado tan dolorosamente– en los recintos más inimaginables de la interacción humana –particulares, empresas, clubes y gobiernos–, y que esta tiene un doble asiento: el trastoque de los valores de la ética en la conducción humana y en toda circunstancia susceptible al manejo de lo ilegal. Como dice un viejo refrán: “en arca abierta hasta el justo peca”. Y otro: “la ocasión hace al ladrón”.
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